La afición al “CACHERULO”

Por Jesús Moya Casado

     Es una antigua costumbre que se va perdiendo y que hoy ha quedado reducida a diversión infantil. En otros tiempos, la afición a empinar “cacherulos” estaba muy extendida y no era patrimonio exclusivo de gente menuda, sino que era “deporte” muy del gusto de personas mayores y algunas de reconocida seriedad. Porque la diversión no consistía sólo en que la cometa (dicho en término “finolis”) surcase el espacio y llegara a alturas inconmensurables, sino que entraba en ella una parte sensacional, que consistía en buscar pelea con otro “cacherulo”, cortarle el hilo con una navajita de que iba provista la cola, y dejar burlado al dueño de la cometa derribada.

     Y estos “virtuosos” de tan típica costumbre, se esmeraban en la confección de sus “cacherulos”, que los hacían de papel y de tela y en su labor ponían tal primor, que algunos parecían verdaderas obras de arte. Con los primeros días de Cuaresma hacían su aparición las cometas más madrugadoras. Poco a poco el cielo se iba llenando de estas graciosas voladoras a medida que se acercaban los días de Pascua Florida, cuya fiesta señalaba el apogeo de esta diversión. La ciudad, entonces, estaba libre de postes y cables. El cielo era de todos. Los días de Pascua no se conocía excursión campestre sin llevar a rastras el consabido “cacherulo” y en el cielo que cubría la ciudad de Valencia y sus alrededores se veían millares de cometas que graciosamente caracoleaban en el espacio. De cuando en cuando caía vertiginosamente uno de ellos: era que había sido “malherido” por artero compañero. Las “paraetas” se llenaban de cometas. Por una peseta se compraba uno de los más diminutos. La nota cómica, hecha con trazo burdo, dominaba en su parte pictórica. Por cuatro pesetas ya se adquiría un buen “cacherulo”, aun cuando no podía por este precio pedirle a un Pinazo que cogiese la paleta. Pero nuestros grandes artista, en momentos y circunstancias especiales de humor, no se desdeñaron en pintar una figura en alguno de estos populares voladores. El gran Sorolla dejó trazada la caricatura de un pintor famoso de su tiempo, don Roberto Segura, en un “cacherulo”. ¡Ahí es nada tener un Sorolla y en una cosa tan clásica en Valencia como un “cacherulo”!.

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